sábado, 11 de julio de 2009

Parte Nº 1 ~ Resumen.

Antes de empezar a contarles mi “historia” tendría que contarles quien soy.
Me llamo Ámbar, que según un libro, significa piedra preciosa. No soy nadie importante, nadie va a recordarme el día que muera (solo mis allegados supongo) por que no hice nada suficiente como para llamar la atención en el mundo, solo ame con locura y eso me basta.
Me crie en las afueras de una hermosa cuidad de Buenos Aires, la tan amada (o por lo menos para mi) Argentina. Soy perteneciente de una familia tipo, de clase media alta con descendencia española y francesa. Me torturaron casi toda mi infancia con el ejemplo de mis papas: “papa arquitecto, mama medica.” Recibí de ellos la educación necesaria y el amor suficiente como para que hoy me convierta en esto que soy.
Volviendo al tema de mis papas, ellos se criaron en esa época donde los mismos padres elegían el futuro de sus hijos, o bien los obligaban a seguir el estudio de la familia: “Si yo soy arquitecto, vos tenes que ser arquitecto y tu hijo también lo será.” Ellos se conocieron en una fiesta de graduación cuando eran adolescentes y desde entonces nunca más se separaron. Después de la intensa relación de amor y luego del casamiento, inesperada y sorpresivamente llege yo, como siempre.
Cuando tenía tres años, mi abuelo paterno murió y le dejo todo (incluso la empresa) a mi papa, por ser hijo único, mi abuela paterna huyó a Londres y siempre manda cartas para saber de nosotros.
Fui hija única hasta los ocho años cuando por fin nació mi hermana Verena, antes de tenerla a ella, mi mama, perdió tres embarazos, dando por entendido que Verena era mas que esperada.
Un año después del nacimiento de mi hermana, mi mama falleció por problemas cardiacos (que gracioso que el propio medico no encuentre su cura) dejándonos a nosotros con el alma en las manos. Todavía recuerdo esos meses, recuerdo que la fuimos perdiendo de a poco, últimamente ya ni quería vernos, ni a mi ni a mi hermana, por que no quería que sufriéramos y la veamos tan desgastada. Mi mama era una mujer excelente, siempre tan atenta, impecable, con muchísimas cosas pendientes. Miles de cosas se fueron con ella; las palabras de aliento, sus consejos, sus ricas comidas, su eterno amor, su ocupación. También recuerdo que después de su entierro, fuimos a mi casa que olía a flores viejas, me encerré en el baño para buscar intimidad, llene la bañera de toallas y rocié su perfume para sentir su presencia. El perfume se esfumo y fue ahí cuando pude darme cuenta que estaba sola y nadie podía ayudarme.
Solo de mama me quedaron, mis abuelos “los eternos doctorcitos” como los llamo yo cariñosamente, la mejor tía que se puedan imaginar y dos primos.
Dicen que las cosas pasan por algo, la muerte de mama hizo que papa dejara de preocuparse tanto por su trabajo y me dio la oportunidad de conocerlo, de aprenderlo, de amarlo. Cuando pasaron dos meses de su muerte, decidimos mudarnos, por que con cada mirada le pedía a gritos a mi papa que me sacara de esa casa, por que todavía allí andaban como fantasmas los recuerdos de mi madre. Nos mudamos y emprendimos “vida nueva”.
Después de tres años, papa nos presento a María Julia ¿Quien era ella? Una persona encantadora, con ojos comprensivos y palabras alimentadoras. Primero fue la mujer que comparte la cama con papa, y después pasó a ser “Majo”. Ella siempre tuvo bien en claro su posición y creo que eso hizo que nos lleváramos aun mejor. Siempre me repetía “nunca voy a ser como tu madre, ni quiero serlo, por que ella debe ser única por siempre, pero déjame quererte”. Julia tenia dos hermanas y de ahí saque mis “primos adoptivos”. Ella es inversionista y la dueña de un importante restaurant.
En cuanto a mi, a esa época estaba demasiado desmejorada anímicamente, que papa se preocupo y me mando a psicólogo para que hablara con un desconocido de mis problemas. Lo cierto es que con el tiempo ir al psicólogo era divertido y terminaba contándole casi toda mi vida. Luego empecé a tomar colores nuevamente y a descubrirme. Había comenzado clases de danza y piano, y también dedicaba largas horas a la pintura en el porche de mi nueva casa. Tenia mas amigos que nunca, hacia fiestas en mi casa con “los chicos del barrio” y salía de compras con Julia y Verena. Meses mas tarde dejaría por completo el psicólogo.
Cuando estaba recuperándome de mi deterioro anímico, a mi papa (siempre inquieto) se le ocurrió comprar un terreno en otra cuidad, bastante alejada a la que me había mudado. Nunca me gusto ser como una especie de nómada, buscando cual terreno va a darme más frutos. Siempre fui sencilla en ese sentido, y tenia fuertes peleas con papa cuando quería mudarse (y créanme que fueron muchas).
Con catorce años recién cumplidos, estaba armando los bolsos y despidiéndome de mis amigos del barrio, a quienes prometí visitar. A decir verdad la nueva casa era impresionante, llena de cuartos, todos con baño privado, living gigante, cocina, comedor, un jardín enorme, con pileta, cochera, salón y quincho. Empecé a cursar en el colegio más caro de toda la zona y era envidiada sin razón por algunas vecinas. Mi casa quedaba a unas pocas cuadras de la casa de mi tía, a la que visitaba con frecuencia. Era todo perfecto, tenía mas caprichos que nunca y mi papa empezaba a obedecer mis ordenes. Mis amigas del nuevo colegio empezaron a invitarme a fiestas y yo empecé a salir de noche (con o sin autorización de mi papa). Conocí a las mejores amigas que aun siguen siendo, que cualquiera pueda tener, era feliz, tenía todo.

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