lunes, 7 de septiembre de 2009

Parte Nº 3 ~ El viaje de mi vida.

Con el pasar de algunas semanas conocía a sus padres, era una amiga, siempre lo fui, por que nunca me presento como su novia.
Su vida nunca tubo sobresaltos, hijo de un navegante y pescador loco por el mar, y de una profesora de gimnasia, tiene una hermana que es maestra, María del Mar, una divina en comparación a el. Pacifico es así, es poco simpático pero carismático con sus afectos, de palabras justas y sencillas, nunca pasa desapercibido, aunque el jura que no lo provoca. Siempre que salgo con el me siento menos, nunca entendí eso, pero era así.
Con el correr de los meses nuestra relación se fue desgastando… nosotros mismos hicimos que termine, ya casi no nos soportábamos, pero igual nos amábamos, a nuestra manera, o yo lo amaba a el demasiado. Nunca deje de buscarlo, siempre lo llamaba, y le escribía cartas, le decía todo el tiempo que lo amaba y que nunca me dejara, siempre espere lo mismo de el, pero nunca recibí nada a cambio.
Lo ame con locura, con obsesión, lo ame con amor, como pocas lo hicieron. Lo amaba por que no me daba nada, y nosotras las mujeres, somos así, aunque cueste creerlo, mientras más mal nos tratan, mas insistimos. O por lo menos así soy yo: la hija del rigor.

Tengo la virtud (o defecto) de ser anormal, o muy normal. Y de tener afectos que también lo sean. Es por eso que cuando mi cumpleaños numero 15 se acercaba no hubo preparativos, ni fiesta. Desde que mi mama no esta con nosotros los cumpleaños y las fechas importantes ya no son las mismas, no existe esa ansiedad incontrolable que sentía antes de que ella se fuera, todo eso se perdió, se fue con ella. Desde que tengo nueve años, todos los 14 de noviembre son días normales y la mayoría de las veces me acuesto a dormir temprano. Amo los cumpleaños, pero con la perdida de un ser muy querido nada se torna igual. Y créanme que es así.
Ese 14 de noviembre, un desayuno especial llego a mi cama, el living se decoro con flores de colores y carteles, mis amigas y familiares vinieron a visitarme, hubo fiesta, si, en casa, por que en realidad no quería otra cosa. Antes de acostarme mi papa se acerco a mi cuarto y conversamos hasta tarde, me conto las cosas de la vida que yo no sabia, me hablo de mi mama, aunque odia hacerlo por que lo invade el recuerdo, me hablo de ella, me hablo de Julia, de mis primos y tíos, y antes de irse dijo:
- Sos y siempre serás una nena para mi, hija, no sabes todo lo que te amo, sos tu madre en todos los sentidos, cuando te reis, cuando te enojas y me gritas, tenes el honor de tener todo de ella y eso te hace especial. Sos todo hija. Pero debes en cuando me doy cuanta que me hace mal sobreprotegerte, y tenes razón, necesito darte libertad.
En eso momento metió la mano en el bolsillo de su camisa y saco una especie de sobre. Eran pasaportes. Viajes a los Estados Unidos.
- Pero pap …
No me deja terminar de hablar y comienza el:
- Necesito que vallas, Ámbar, es hermoso viajar, conocer, y lejos de mi, te va a hacer bien te lo juro. Vas a hacer amigos y vas a volver fascinada, no te vas a arrepentir.
- Pero papa. No necesito esto, yo te amo aunque no me des “esa” libertad que decís. Me gusta tu forma de querernos, ami y a Vere, y no sabes lo agradecidas que estamos de que nos des todo esto, pero no me pidas esto papa.
Terminamos llorando y abrazados, el me rogaba que valla y yo le rogaba que no me dejara viajar.
Una semana, eso tenia, apenas una semana para definir que iba a hacer con mi vida (o con ese viaje en todo caso).
No era que no quería viajar, es que subirme en el avión significaría, chau computadora, chau Pacifico, chau vida. Eran quince días, quince días de ingles y Mickey Mouse durmiendo entre mis sabanas.
Viaje, si, no iba a ser tan mala persona de dejar pagado a mi papa con sus pasaportes, la condición fue sencilla: viajaba con mi tía (hermana de mi mama) y mis dos primos.

Cuando le conté a pacifico que iba a viajar se alegro por mi, me dijo que estaba contento, que tenia que disfrutar, y que ojala a el se le presentaran esas oportunidades.

Al fin llego el día, un 28 de noviembre viaje. Y para completar la situación, tuvieron que darme un coctel de pastillas que me dejaban casi moribunda, por que soy fóbica a los aviones. ¿Algo mas? Si algo mas, quince días lejos, lejísimo de el iban a terminar de matarme por completo. ¿Le tenia fobia a los aviones o temía de cualquier mujer, que tuviera intenciones de pasar un buen rato con el? Era eso en realidad.
Muchos bolsas, mucha ropa, mucho miedo. No vino a verme al aeropuerto como habíamos pactado, pero después de eso, una llamada termino de matarme por completo:
- ¿Te vas a ir al final?
- No tengo otra alternativa, ¿Te pensas que quiero conocer a Mickey Mouse?
- Ponele onda, dale.
- ¿Qué onda queres que le ponga? Si ya se que en estos quince días te voy a perder.
- Nunca me vas a perder. Siempre vas a saber de mí. Quizá este en otra. Pero siempre voy a estar.
- ¿EN OTRA? – Pregunte casi en un ataque de nervios.
- Gorda no te escucho bien, buen viaje. Te quiero.
Te quiero fue el final de esa conversación. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué estaba haciendo? ¿Me estaba cargando?
No pude dormir en todo el viaje, a pesar de las altas dosis de pastillas que había consumido. Me levantaba seguido, para ir al baño; volvía con los ojos colorados de tanto llorar y con la cabeza llena de porqués.
Cuando apenas llegamos, me acosté a dormir en el ansiado hotel, que a decir verdad era todo un palacio. Cuando me levante, veía a mis primos eufóricos corriendo de acá para allá, estaban contentos, era el sueño de todo niño conocer el mundo de los dibujitos, los observe por un largo rato, desee estar como ellos, pero no lo logre. No soltaba el celular, hacia llamadas a cada segundo. Sentía que iba a morirme. Mi papa llamaba seguido, preguntaba por como la estaba pasando, en ese momento me ponía el casete: “Gracias papi por todo esto, es increíble, te amo”. Si era increíble si lo amaba. Pero si no hubiera sido por ese viaje, quizá me vida no hubiera cambiado tanto. Después de esas largas llamadas, casi siempre terminaba llorando, cuando escuchaba a mi hermana decirme, “Ambi te extraño, volve” me partía en mil pedazos, hacia mucho tiempo que no me sentía querida y que una criatura me diga eso era demasiado. También recibía llamadas de mis abuelos, me preguntaban absolutamente todo, y volvían a repetirme que me extrañaban y yo una vez mas volvía a llorar.
Una noche, después de una larga excursión, me decidí a llamar a Pacifico. Ya habían pasado diez días de la ultima vez que escuche su voz (la llamada antes de subir a el avión) y estaba nerviosa. Siempre me pongo así cuando hablo con o de el.
Me encerré en el baño, en un rincón me hice chiquitita, arrolle las piernas, y tenia el mentón apoyado sobre las rodillas. Marque, y respire profundo. Nadie respondió. Volví a marcar, lo mismo. La tercera es la vencida pensé, y volví una vez a marcar. Respondió, escuche su voz, volví a respirar, tarde en contestar, era el, era mi vida.
- Ámbar no te escucho, no estoy en casa, pero espero que la estés pasando bien, disfruta cuando vuelvas me contas. Mándame un e-mail o llámame después por que estoy con los chicos.
- Bueno. Te amo. Chau.
Me quede atónita, no quería escuchar, quería estar en la tierra argentina, Salí del baño y me tire en la cama, sufriendo en silencio. Sentí que algo-alguien se me colaba entre las sabanas. Piernas frías y suaves. Mi tía. No llores suplico y de un salto me levante y la abrase.
A partir de ese día mi tía fue la primera en enterarse de todo lo que hacia o dejaba de hacer. Le contaba mis desventuras y las reacciones que tenia para determinada situación. Era mi tía, la sangre de mi mama, la persona que mas necesitaba en el mundo.